Terreno botánico
Curioso es realizar trabajos de recolección de flora en una de las regiones más áridas de nuestro país y del mundo. De hecho, basta con observar por la ventanilla del avión para confirmar que la probabilidad de hallar vegetación es mínima. Sin embargo, nuestro objetivo no es la franja de desierto de la costa e interior, sino más bien las alturas, donde la influencia tropical de verano (Diciembre-Marzo), dejan caer la lluvia andina, aportando el agua necesaria para los procesos biológicos de microorganismos, plantas y animales.
En esta oportunidad, desde Iquique, donde la flora tropical de la costanera con sus céspedes y palmeras exóticas nos hacen pensar que el Caribe está más cerca de lo que se nos muestra en la publicidad, tomamos rumbo hacia la localidad de Pica, centro logístico de nuestro trabajo, debido a que la infraestructura allí es la más adecuada. Desde estos 1.800 de altitud, avanzamos por una ruta absolutamente desértica, que asemejan más bien a las imágenes del suelo marciano que las sondas espaciales han enviado en los últimos años.
Pero como bien aclaramos, a los 2700 msnm aparecen las primeras plantas vasculares que realmente sorprenden cuando observamos tallos y ramas tan desecadas que difícilmente podrán realizar fotosíntesis. Para nuestra sorpresa y refugiados en los intersticios de las rocas y piedras donde se acumula sedimento mineral aparecen musgos y líquenes, que ciertamente están a la espera de lluvia altiplánica para despertar y comenzar su breve periodo de crecimiento vegetativo.
Hasta ahora todo fluye en un camino difícil hasta para los 4x4, cuando repentinamente la puna de los 4000 de altitud se apodera de nuestros sentidos, adormeciéndonos y obligándonos a detenernos para reponernos, pero dicho malestar se compensa totalmente al observar el Salar de Huasco con su extensa superficie blanca y resplandeciente espejo de agua que es hábitat de innumerables flamencos y tímidos Suris.
Bastante líquido para continuar nuestra búsqueda, que al poco andar se gratifica al encontrar laderas con gramíneas, compuestas, llaretas, helechos, musgos, líquenes y reptiles, estos últimos, apenas se dejan ver entre las piedras por su sorprendente rapidez. A la distancia, pequeñas habitaciones de piedra con ganado de llamas y ovejas que nos observan alertas, lucen abandonadas. Volvemos a Pica para dirigirnos al siguiente día a Mamiña, poblado ubicado en un entorno privilegiado debido a los afloramientos de aguas termales que evidentemente lo posicionan como destino turístico. Acá el paisaje cambia y nos enfocamos a un estero de origen subterráneo que nos concede musgos y vasculares acuáticas, donde en sus laderas, cactus y compuestas en flor colonizan roqueríos.
Ya de regreso, una inesperada tormenta de arena nos sorprende confundiéndose con neblina, pero que al observar detenidamente, la arena fluye durante varios kilómetros junto a nosotros.
Finalmente regresamos tanto con nuestros ejemplares para el herbario del MNHN (SGO), como con una experiencia digna de documental y con la convicción de que la flora se abre paso entre el desierto, la arena y el sol!