Almacenando para el mañana
El hombre desde sus orígenes aprendió a extraer el máximo de beneficios de los recursos que le entregó la naturaleza, en particular, las comunidades precolombinas que habitaron el Norte de nuestro país, quienes a través de la observación e inteligencia lograron visualizar cuales eran las mejores técnicas para conservar sus alimentos y dónde eran los lugares más adecuados para almacenarlos. En tiempos de cosecha, había un intenso trabajo para la población, era una instancia de recibir y agradecer a la naturaleza lo que ésta les había querido conceder. También era un momento de compartir, de festejar y ser solidarios.
Todos los productos que se obtenían se conservaban, ya que representaban la seguridad alimentaria del grupo y con otros se fabricaba chicha la cual se guardaba en vasijas, para luego ser usada en diversas ceremonias, siendo una de ellas, para agradecer a la madre tierra por los alimentos obtenidos. Dentro de las técnicas de conservación estaba la desecación, mediante la cual se extraía la mayor cantidad de agua al producto, y luego era combinada con otros procedimientos como el salado, ahumado, cocción o por el efecto conjugado del frío y calor, obteniendo como resultado un alimento que podía ser guardado durante meses e incluso, en algunos casos, podían estar más de un año reservados, manteniendo sus propiedades nutricionales intactas.
Otra técnica de conservación fue el salado, donde éste se combinaba con la desecación, es decir, el alimento se sometía al calor para extraer el agua y luego se le agregaba la sal, la que además tenía propiedades antisépticas. De este modo podían conservar carnes, pescados y mariscos.
También estaba la técnica de cocción y desecación en la cual el producto se cocía en agua y luego se dejaba secar al sol, así mismo estaba la cocción en seco donde los granos, en particular, eran tostados y molidos.
Cuando tenían excedentes de alimentos los intercambiaban con otros grupos, sino los guardaban en vasijas, en graneros o depósitos de formas y materiales diversos, ubicados muchas veces en los mismos campos de cultivos. En otras ocasiones los colocaban en los techos como por ejemplo las mazorcas de maíz. También ocupaban los muros exteriores o en algún espacio dentro de las habitaciones. Muchas de estas técnicas han trascendido en el tiempo y hoy, aún podemos encontrar algunas de ellas en apartados rincones de nuestro país.