El huerto del metro cuadrado
Hoy en el encierro de la pandemia y del invierno, junto con la imposibilidad de la conexión con el aire de los árboles, realizar las compras de verduras a la feria, pisar las veredas y malezas que crecen en sus orillas, con las invasoras de los sitios eriazos y el admirar uno que otro jardín de flores exóticas, muchas personas en las redes sociales le han dado de alguna manera vital importancia a la "huerta en un metro cuadrado".
Un metro cuadrado de espacio de tierra lo tiene un mínimo de personas en Santiago. La mayoría vive en departamentos que, en buenas cuentas, son meros dormitorios, y no son espacios apropiados para realizar el cotidiano vivir, departamentos sin balcones y carentes de suficiente luz natural.
La pandemia develó la importancia de tener, al menos, un metro cuadrado para hacer un huerto y conectarse con lo verde, conectarse con el ver crecer una semilla de acelga y sentir cómo va transformándose en una mata de hojas turgentes. Ver crecer el perejil, el cilantro, las habas, una menta, etcétera. Esto evidencia no sólo que poder contar con estas plantas en un reducido espacio, también da cuenta del necesario nexo entre los humanos y la vegetación. Como si no fuera suficiente el tener que estar encerrados, el árbol de la esquina ya no tiene hojas, ni siquiera el siguiente, ni el de más allá, pero más lejos, en un rincón, se alcanza a vislumbrar en una casa particular un limonero de hojas turgentes y brillantes, con sus frutos ya maduros.
La importancia del metro cuadrado de clorofila, es la necesidad de reverdecer todo Santiago para vivir en un ambiente más sano, la necesidad de aumentar la biodiversidad en el área urbana, uniendo miles de metros cuadrados con arbustos, árboles frutales y nativos, flores exóticas, sentir sus aromas, ver sus polinizadores. Ahí radica la importancia del metro cuadrado de huerto.