¿Es la arqueología como las aventuras de Indiana Jones?
A punto de lograr un escape exitoso con el ídolo de oro, algo pasa y todo comienza a temblar y derrumbarse. El templo comienza a hacerse pedazos y en la peligrosa huida llena de trampas, una gran bola de piedra persigue a quien ha osado entrar y llevarse el preciado objeto. Sin embargo, luego de una huida llena de tensión Indiana Jones escapa una vez más llevándose las reliquias sagradas de un templo de la antigüedad. Indígenas, nazis y enemigos varios eran parte de su mundo cotidiano, en su lucha por colectar los objetos “valiosos” de la humanidad.
Indiana Jones ha sido el ícono de la figura del arqueólogo en la cultura popular gracias a las películas de Spielberg, en donde el látigo y el revólver se han transformado en parte de la indumentaria arqueológica dentro del imaginario colectivo. Sin embargo, ¿qué tan cierta es esa imagen de la arqueología? ¿A los arqueólogos sólo les preocupan objetos artísticos, preferentemente hechos de metales preciosos? La respuesta en la actualidad es no, aunque en un principio las cosas fueron diferentes.
Los arqueólogos de la actualidad tratan de entender las sociedades pasadas en sus múltiples dimensiones sociales, políticas, económicas y simbólicas. Es un trabajo de detective en donde es necesario investigar los objetos o “artefactos” utilizados por el ser humano en el pasado, los cuales sólo pueden ser interpretados en su “contexto”, o sea, entendiendo el lugary la función para la cual fueron utilizados. Muchas veces estos vestigios del pasado han quedado depositados bajo el suelo con el paso de los siglos, y por ello es necesario excavar cuidadosamente para poder recuperarlos. Gran parte de lo que hacemos como humanos deja una huella material, la cual puede ser algo tan grande como una aldea o una vivienda, o pequeño como un fogón donde se prepararon alimentos, una vasija de cerámica para cocinar, o bien los restos microscópicos y carbonizados de los alimentos consumidos que quedaron atrapados en el sedimento. Todo ello son pistas valiosas para entender el pasado, en donde no sólo lo más estéticamente “bello” es la pieza de información más importante. Como diría El Principito, a veces lo esencial es invisible a los ojos.
El interés por el pasado ha existido siempre a lo largo de la historia de la humanidad y un gran ejemplo de aquello es el gran interés artístico que las antigüedades griegas y romanas despertaron en Europa durante el Renacimiento. En esos tiempos tomó fuerza el anticuarismo como modo de coleccionar obras estéticamente valoradas del pasado, o bien, objetos curiosos y extraños realizados por civilizaciones antiguas. Si bien muchos anticuarios desarrollaron estudios sobre sus colecciones, la falta de control en la procedencia y contexto de los objetos, además del hecho de contar con una muestra muy sesgada, no permitió un desarrollo científico mayor.
La sistematización del estudio arqueológico toma un fuerte impulso recién en el siglo XIX. El desarrollo de la teoría de la evolución Darwiniana y la geología, marcaron un importante quiebre con la idea bíblica de que la humanidad poseía una corta antigüedad, con un origen en Adán y Eva. La idea de un largo pasado “pre-diluviano”, la justificación del origen de los estados nacionales y la explicación del porqué de la existencia de múltiples trayectorias de las sociedades humanas, entre otras razones, dieron inicio al estudio sistemático de la antigüedad. Esto llevó a la investigación de épocas incluso anteriores a la existencia de registros escritos, lo cual sólo puede llevarse a cabo a partir de la evidencia material del pasado
La arqueología es una pasión, pero es un trabajo lento y de mucha dedicación, que requiere de destreza y conocimiento. La aventura no son los disparos ni los látigos, sino el re-descubrimiento de aquello realizado por nuestros ancestros y que hasta cierto punto explica lo que somos hoy. Es, hasta cierto punto, escribir la historia de lo que no fue escrito, gracias a un gran trabajo paciente y constante de investigación.
A Indiana Jones nunca lo vimos excavando ni escribiendo artículos. Es un reflejo cinematográfico de épocas incluso anteriores a los años 30, ya que en esa época la arqueología ya estaba tomando su forma madura en cuanto metodología de trabajo. La mayoría de los arqueólogos de hoy hubiera preferido el templo al ídolo y no escaparía de los indígenas herederos de dicho patrimonio, por el contrario, trabajaría con ellos para comprender y poner en valor el patrimonio de las culturas ancestrales, aportando al conocimiento de nuestra sociedad para el presente y el futuro.