Estandartes, momias y un cantarito de Pompeya: El Museo y su exhibición en 1878
El Santiago del año 1878 poseía un cierto aire afrancesado en su arquitectura, y una gran quietud en sus noches de invierno. Luego de tener sus colecciones repartidas entre un edificio cercano al actual Palacio de los tribunales y en la Universidad de Chile, el entonces Museo Nacional de Chile contaba hace dos años con un flamante nuevo edificio en el Parque Quinta Normal. Este lugar se ubicaba en los límites del radio urbano de la época, en los últimos ramales donde podía llegar el tranvía de sangre tirado por caballos. El moderno edificio había sido utilizado en 1875 para la primera gran exhibición internacional que Chile auspiciaba, y ahora era cedido solemnemente para que pudiese alojar al Museo.
La gestión de Rudolph Philippi había resultado y ahora las colecciones podían estar en un solo lugar, con espacio suficiente y sobre todo a mejor resguardo. Entre los hechos lamentables del pasado destaca el gran robo acontecido en 1870 en la sala que se ubicaba en las dependencias de la Universidad de Chile. En dicha ocasión, los ladrones entraron de noche a la sala de antigüedades del museo, la cual fue despojada de sus artefactos de oro provenientes del Cuzco. Estos jamás fueron recuperados. Se esperaba que tales eventos quedasen atrás y ahora comenzaba una nueva historia.
El museo terminó de acomodarse en su nuevo edificio a fines de 1877 y abrió al año siguiente con una gran y fastuosa exhibición. Fuera de las colecciones botánicas y zoológicas que buscaban reflejar la diversidad natural de nuestro país, Sudamérica y Europa, cabe destacar el interesante collage que formaba la colección etnográfica y de antigüedades. Esta estaba ubicada en el segundo piso del hall central y entre sus incontables y maravillosos objetos podemos contar por ejemplo:
- "seis banderas españolas tomadas de la batalla de Maipo; otra gran bandera algo deteriorada por la polilla, quitada a la fragata española María Isabel, i la espada del general O'Higgins. Un quitasol que usaban los virreyes del Perú para pasearse por las calles i que fue regalado por san Martín a su ayudante favorito, el general O´Brien. Este para celebrar el Dieziocho en 1856, lo abrió en la plaza de Lima, destapando al mismo tiempo una botella de champaña i bebiendo algunas copas en honor de Chile".
- "Una cabeza de un indígena de Nueva Zelandia, mandada por el doctor Lacourt, i una momia de niño, encontrada en el valle del cóndor (Perú) i obsequiada por frai Juan Cornejo".
- "Dos magníficas chapas de madera i una cadena hecha de un solo pedazo, también de madera; estuche de navajas del general Las Heras; una cartuchera de corcho bordada con paja i hecha por los indios de Detroit, Michigan, E.U. de América; pedazos de mosaico de los antiguos monumentos de Roma; hilo i jénero hecho del retamo que el doctor R.A. Philippi trajo de Calabria; jénero del árbol llamado Morus papyrifera, usado en las islas Sandwich; guantes de lana de medio dedo, trabajado por los indios del Cuzco en 1760".
- Un jarro legítimo de China del siglo pasado i otro japonés, también mui antiguo, obsequiados por el coronel Maturana; dos figuras de piedra de Huamanga, trabajadas en la Paz en 1708; un precioso i antiguo jarro griego, llamado Oenochoe obsequios igualmente del mismo, i un cantarito hallado en Pompeya".
- "Ecuador. Un vaso de plata mui singular, encontrado por el capitán don Miguel Núñez en la isla de Muertos en el golfo de Guayaquil, vendido primero en 200 pesos. Es una rana de cuya parte posterior sale una especie de embudo i en cuya cabeza está sentado un mono movible en todo sentido".
Estos objetos se intercalaban con piezas arqueológicas chilenas y sudamericanas, mostrando más bien un énfasis relacionado al anticuarismo que a las Ciencias Sociales. Sin embargo, aquella era la mentalidad de la época en donde el exotismo de exhibir tan variados objetos del pasado cumplía un doble propósito: por un lado demostraba el tránsito hacia "la civilización", dentro del esquema eurocéntrico y positivista del momento que creía que todos los pueblos debían pasar por estados similares de desarrollo hasta llegar al estándar europeo victoriano; mientras que por otra parte, daba cuenta de la constitución de Chile como nación independiente al mostrar tanto las reliquias de los estandartes españoles capturados y otros objetos de la antigua colonia, como a su vez, el panorama natural de la flora, fauna y geografía de su territorio propio. Chile necesitaba íconos para la joven república y el museo constituyó una de las primeras fuentes que entregaron elementos para su identidad como nación de modo sintético y abierto al público.
Y es así como la gran exhibición de 1878, en un Chile aún inocente de futuras guerras y revoluciones, vino a dar una nueva visión del patrimonio de un país que apenas cumplía 60 años desde su independencia.