¿Quién engaño a Ricardo Latcham? La alfarería de Ica y la escritura prehispánica
Así como muchas instituciones, nuestro museo también tiene historias ocultas, las cuales revelan detalles interesantes acerca de prácticas académicas, debates intelectuales y el prestigio profesional de sus involucrados. Por ello, en esta nota presentaremos un caso que de haber sido efectivo, hubiera tenido una repercusión mundial. Sin embargo, el arqueólogo Ricardo Latcham no sabía que había sido víctima de una trampa, por la cual pagaría un alto precio económico.
Corría el año 1929, el año de la gran depresión, y se acercan al director del Museo Nacional dos anticuarios con una prometedora oferta. Ellos eran los señores Jorge Eckart y Rafael Tononi, quienes tenían un local de antigüedades en calle Estado, ofreciéndole a Latcham una colección de 40 piezas de alfarería peruana de la zona de Ica, supuestamente de la época de transición entre Paracas y Nazca ("Proto Nazca"). Si bien el museo ya poseía un importante número de vasijas del Perú, esta colección tenía la particularidad de que su estilo decorativo era diferente y presentaba unos extraños signos "ideográficos", no vistos antes en vasijas similares. Durante la década de 1920, diversos autores publicaron artículos proponiendo la existencia de escritura prehispánica en los Andes, la mayoría basado en piezas únicas y de dudosa procedencia. Esta colección ofrecida a Latcham, era un conjunto completo que tenía el potencial de cambiar la historia y dar fama universal a su descubridor, en el caso de que fuese cierto que sus signos fuesen en realidad evidencia de un sistema ideográfico prehispánico. Es importante recordar que en los Andes prehispánicos, el sistema de registro más conocido es el quipu, el cual fue extendido a gran escala por el Imperio Inca para fines de contabilidad de la producción dentro del Estado. Su sistema estaba basado en nudos atados a cuerdas de diversos colores, tipos de nudos y jerarquía de niveles de información. Estos podían registrar números, los cuales requerían de un administrador especial o quipucamayoc con el fin de descifrar el resto del contenido del mensaje. Fuera de aquella modalidad de registro, no existe evidencia de ningún otro sistema escritural en el pasado prehispánico sudamericano.
Latcham asumió el riesgo y decidió conseguir dicha colección de alfarería por el equivalente a la suma de $13.000 pesos de la época, una cantidad enorme considerando que el sueldo promedio mensual de un funcionario del museo en 1929 era de sólo $566 pesos. Como el museo no poseía dichos recursos, Latcham estableció un canje por una suma equivalente que consistió en muchos ejemplares de platería mapuche, estribos de plata, sables con incrustaciones de piedras preciosas, una pistola con incrustaciones de marfil, otra con incrustaciones de oro, muebles y espejos antiguos. Todos estos ítems de gran potencial de reventa para los anticuarios Eckart y Tononi.
Latcham inmediatamente publicó en 1929 un artículo sobre esta colección, la cual para él era una evidencia contundente de la existencia de un sistema ideográfico de escritura en los Andes prehispánicos. Luego de aquello, envió una carta a Julio Tello, el arqueólogo más destacado del Perú, para validar su descubrimiento, junto a una copia de su artículo. Tello respondió a la carta manifestando su sorpresa e interés por aquella publicación. Por una parte, Tello le expresa que las imágenes publicadas de las piezas corresponderían de modo general a la cultura Nazca, la cual derivaría de una "arcaica cultura Andina", pero le hace notar sutilmente que los motivos de la decoración y los signos "jeroglíficos" podrían ser falsificados, ya que presentan elementos discordantes y de época posterior como diseños Tiwanaku.
En vez de desanimarse, Latcham publica 3 artículos más al respecto y de Tello sólo toma la idea de que estas piezas puedan provenir de una "cultura andina arcaica" de gran antigüedad, de la cual derivarían todas las demás. Para él, ello explicaría que tuviesen una mezcla de motivos de culturas posteriores. En sus nuevos artículos, se señala que todas las piezas tienen una manufactura y color de fondo uniforme, representando figuras míticas a las cuales se les atribuye sexo femenino. Sobre los "glifos", plantea que hay "una serie de signos dibujados en sepia que los distingue de todos los que ahora se han descrito o reproducido en diversas publicaciones" (Latcham 1933: 50). En el último artículo publicado sobre esta colección en 1935, Latcham ahonda en su especulación. Desarrollando su interpretación sobre el sexo de los personajes representados, relaciona esto con posibles aspectos de organización social en términos de estructura de parentesco matriarcal primigenia, basándose en las ideas decimonónicas de Johann Bachofen, reproducidas luego por el evolucionista social Henry Morgan: "Hace sospechar que el pueblo que producía esta alfarería se encontrase en un estado matriarcal, o a lo menos que conociese la filiación materna, universal en toda la región andina en tiempo de la conquista española" (Latcham 1935: 9). Asimismo, y basado en una escena de la decoración, argumenta una fantástica guerra primordial entre ambos sexos: "Nos parece que este grupo representa la lucha entre dos tribus o grupos totémicos -los leones y los jaguares- en que este último sale victorioso. A juzgar por el sexo de las dos figuras, los pumas estarían en estado patriarcal y los jaguares en estado matriarcal. Puede ser también que la lucha represente la competencia entre los hombres y las mujeres para la supremacía social" (Latcham 1935: 9).
En una línea paralela, Latcham también profundiza en las relaciones culturales de este estilo cerámico, sobre todo en función de su similitud con otras sociedades andinas: "Las cabezas de cóndor y de puma que aparecen en la decoración de algunos de los vasos, en el estilo que se hizo clásico en el arte de Tiahuanaco, nos hacen sospechar que las influencias de la cultura representada por la cerámica de Ica, se extendieron hasta la Sierra y altas planicies peruano-bolivianas, proporcionando motivos artísticos a esa civilización. Las semejanzas son tan precisas que no pueden existir dudas respecto de la intimidad de estas relaciones" (Latcham 1935:10). En vez de cuestionar la autenticidad de la similitud, Latcham da cada vez un paso más allá en sus interpretaciones y avanza en la idea de que estas vasijas representan una cultura ancestral originaria de gran parte de las manifestaciones culturales futuras en los Andes, llegando incluso hasta las tierras altas andinas.
La autenticidad de las piezas de alfarería con glifos se pondría en duda en la década de 1950 (después de la muerte de Latcham), aunque solo a nivel interno en el Museo. La arqueóloga peruana Rebeca Carrión, sucesora de Tello y directora del Museo Nacional de Antropología, Arqueología e Historia del Perú, en Lima, tuvo una relación profesional y de amistad con la arqueóloga Grete Mostny, visitando Chile a mediados de 1954. En su viaje a Chile, Carrión pudo ver la colección adquirida por Latcham, desacreditando finalmente su origen bajo su opinión experta. Esto quedó consignado con una anotación de observación en el registro del libro de inventario del Museo asociado a tales piezas: "Toda esta colección es falsificada según Rebeca Carrión" (Inventario Antropología MNHN, Libro III: 78). Sin embargo, dicha noticia no trascendió fuera del Museo, ni tampoco hubo comentario académico que corrigiese o criticase la publicación de Latcham. Estas costosas vasijas que indujeron a Latcham al error, fueron exhibidas por un tiempo indeterminado, posiblemente hasta la década de 1950 y luego cayeron en el olvido, siendo conservadas en el depósito de la institución, donde permanecen hasta hoy.
En conclusión, esta historia nos muestra cómo los marcos interpretativos académicos de la época, la reputación profesional y el aislamiento intelectual de Latcham, lo llevaron a generar una construcción de conocimiento e interpretaciones cada vez menos plausibles, estrechando los límites de la evidencia material arqueológica que poseía. En general, las falsificaciones ponen a prueba la falibilidad de los expertos, ya que sus interpretaciones son difíciles de retractar cuando hay intereses académicos y prestigio profesional comprometidos. Nunca sabremos si Latcham se dio cuenta del engaño sobre la autenticidad de la colección, pero es claro que hacia 1935 nunca más publicó sobre el tema. Lo interesante es que de ahí viene otro vuelco en la historia que involucra piratas y tesoros, pero eso lo veremos en una siguiente nota más adelante.
Referencias
Garrido, Francisco y Carolina Valenzuela
2020 Falsificaciones y Arqueología: Ricardo Latcham, la Escritura Prehispánica y los Piratas de Guayacán. BOLETÍN DEL MUSEO CHILENO DE ARTE PRECOLOMBINO Vol. 25, Nº 2, 2020, pp. 127 -140.
Latcham, Ricardo
1929 Figuras que parecen geroglifos, en la alfarería Proto-Nazca. Boletín del Museo Nacional de Historia Natural 12: 93-101.
1933 Alfarería de nuevo tipo, del valle de Ica (Perú). Revista Chilena de Historia Natural 37: 49-65.
1934 Alfarería arcaica de Ica. Revista Chilena de Historia Natural 38: 59-64.
1935 Alfarería de Ica (Perú). Revista Chilena de Historia Natural 39: 9-15.