La importancia de la investigación en los museos de historia natural
La función de un museo de historia natural no solo se restringe a la conservación de extensas colecciones de especímenes u objetos, o a la difusión del patrimonio natural y cultural a través de exhibiciones y actividades educativas. Los museos de historia natural son también activos centros de investigación, pues contantemente generan nuevo conocimiento acerca de las especies que habitan el planeta. De esta forma, los museos han contribuido a establecer la base sobre la que se sustentan los avances actuales en las más variadas disciplinas científicas relacionadas con los organismos vivos, tales como la ecología, la biogeografía, la biología molecular, entre muchas otras. Además, su impacto trasciende el ámbito científico, pues también han tenido un rol relevante, pero poco reconocido, en el desarrollo de las sociedades humanas, cuya subsistencia depende del conocimiento de la naturaleza (1). Los museos son el repositorio de los ejemplares que permiten el reconocimiento inequívoco de las especies (ejemplares tipo y otros ejemplares determinados por especialistas), información de gran importancia para el uso y manejo de la biodiversidad por parte del ser humano (2).
Al visitar el Museo Nacional de Historia Natural de Chile (MNHN) como público general, podemos acceder a las exhibiciones permanentes del primer piso, como Chile Biogeográfico o a las exhibiciones temporales que se renuevan cada cierto tiempo. Sin embargo, el MNHN es mucho más que eso: en los cuatro pisos superiores, se ubican las Áreas Curatoriales, dedicadas a la conservación e investigación de colecciones biológicas de diversos tipos, incluyendo colecciones zoológicas de vertebrados (peces, anfibios, reptiles, aves y mamíferos) e invertebrados (protistas, esponjas, cnidarios, diversos grupos de gusanos, crustáceos, equinodermos, etc.), entomológicas (colecciones de insectos y arácnidos), botánicas (herbarios de musgos, líquenes, flora vascular, hongos, algas, etc.) y paleontológicas (vertebrados e invertebrados fósiles), a las que se agregan las colecciones del Área de Antropología (más detalles aquí).
Cada una de las áreas curatoriales cuenta también con un equipo de investigadores, quienes junto con velar por la conservación de los ejemplares y objetos, se dedican a la investigación basada en las colecciones. En nuestro Museo, la función investigativa ha estado siempre presente y es parte de la esencia institucional desde su fundación (1830). En sus viajes por Chile, el mismo Claudio Gay recolectó diversos especímenes por más de una década, material que constituyó la base para su monumental obra científica “Historia Física y Política de Chile”.
Gracias a esta tradición investigativa, nuestro Museo registra una larga lista de zoólogos, botánicos y naturalistas, que en su conjunto han aportado enormemente al conocimiento de nuestra biodiversidad (véase por ejemplo las biobibliografías aquí). Todo este trabajo ha quedado plasmado en varias publicaciones científicas seriadas editadas por el MNHN, que comenzaron con los Anales del Museo Nacional (publicado entre 1891 y 1910), el Noticiario Mensual (publicado entre 1956 y 2008), las Publicaciones Ocasionales (fundadas en 1963) y el Boletín del Museo Nacional de Historia Natural (fundado en 1908), las últimas dos vigentes hasta el día de hoy. Estas publicaciones reflejan la investigación que se realiza en el MNHN y, al mismo tiempo, dan cuenta de la historia de nuestra institución, sentando las bases que la han transformado en un referente nacional en relación con la biodiversidad.
Ahora bien, en la actualidad esta larga tradición investigativa se encuentra amenazada. Por sus características y objetivos, la investigación que se realiza en los museos tiende a centrarse en el estudio básico de las especies, buscando responder preguntas como: ¿Qué especie es esta? ¿Cómo se clasifica? ¿Dónde habita? ¿Cómo vive? En el fondo, estas preguntas son las mismas que se hacían los naturalistas hace cientos de años, porque aunque parezca extraño, y a pesar de los grandes avances logrados hasta ahora, la situación respecto del conocimiento de los distintos componentes de la biodiversidad no ha cambiado mucho desde 1758, cuando Linnaeus propuso su Sistema Binomial. Todavía falta descubrir, describir y conocer un número extremadamente grande de especies (se estima que un 80% al menos, véase una nota aquí), por lo que no es extraño que para muchas de ellas, aún estemos haciéndonos estas mismas preguntas básicas, que son por lo demás, ineludibles si pretendemos realizar estudios más profundos o aplicados.
Actualmente, la calidad de la investigación se mide mediante los factores de impacto de las revistas científicas en las que se publica. Estos índices se calculan para las revistas que forman parte de bases de datos como WoS o Scopus, usando principalmente el número de citas que reciben sus artículos. Debido a esto, la tendencia es a favorecer las publicaciones de amplio alcance científico, con equipos multinacionales, en temas globalizados y en lo posible, usando técnicas o enfoques de moda, ya que de esa forma es más probable lograr un alto número de citas en poco tiempo.
Por el contrario, una parte significativa de los estudios realizados en museos de historia natural tienden a ser de alcance geográfico restringido, basados en métodos taxonómicos tradicionales o en simple observación naturalista, por lo que se les considera publicaciones de bajo o nulo impacto y son generalmente rechazadas en revistas indexadas. Esta situación ha derivado en la opinión errónea de que la investigación básica de corte naturalista es ciencia de “mala calidad”, siendo frecuente oír comentarios despectivos de parte de investigadores de “alto nivel”, quienes la consideran ciencia irrelevante y “de segunda”, que solo se publica en revistas científicas “grises”.
Sin embargo, esto no significa que la investigación básica y naturalista sea irrelevante, sino solo que los métodos actuales de medición de la calidad de la investigación no son adecuados para evaluarla. La investigación básica acerca de las especies es valiosa, entre otras cosas, porque permite obtener información indispensable para el uso y manejo de la biodiversidad, de lo cual también depende finalmente su conservación y nuestro propio bienestar. Por ejemplo, la clasificación de especies amenazadas de acuerdo a su estado de conservación o el desarrollo de medidas para la protección de sus poblaciones, requieren de conocimiento básico de su taxonomía, distribución, ecología y biología, gran parte del cual se publica en sencillas notas descriptivas, nuevos registros o ampliaciones de rangos de distribución.
Algunos ejemplos de este tipo de publicaciones pueden ser vistos en el Boletín Chileno de Herpetología, en el Boletín Nahuelbuta Natural o en el Boletín del MNHN. Un simple vistazo a estas publicaciones nos permitirá entender la gran pérdida que representaría que los investigadores de museos desdeñen y abandonen completamente este tipo de investigación, por cumplir las exigencias de las revistas indexadas y lograr el reconocimiento de pares de otras instituciones que ya están sometidas a este sistema. La investigación en los museos de historia natural es valiosa en sí misma y no necesita validarse, más aun empleando herramientas ajenas a su propia realidad. Los Museos de Historia Natural deben continuar siendo instituciones de investigación al servicio del conocimiento de nuestro patrimonio natural en todos sus niveles y mantener su independencia frente a la “fiebre del factor de impacto”, que ha transformado la investigación en una competencia excluyente y elitista.
Referencias bibliográficas
- Suarez, A.V. & N.D. Tsutsui, 2004. The value of museum collections for research and society. BioScience, 54(1): 66-74.
- Winker, K., 2004. Natural history museums in a postbiodiversity era. BioScience, 54(5): 455-459.