Miguel Ángel Azócar, la vida consagrada al MNHN
El pasado 29 de mayo, a las 16:48, se cumplió un hito, un minuto especial para una institución y sobre todo para una persona: Miguel Ángel Azócar Mahuida, hasta ese momento, Administrador de Colecciones del Área de Antropología del Museo Nacional de Historia Natural. El destino, caprichoso e impredecible, quiso que ese momento coincidiera con la pandemia más grande que ha enfrentado la humanidad en muchas décadas. Tal como a sus compañeros de trabajo en el MNHN, la contingencia privó a Miguel Ángel de la posibilidad de vivir su último día en el recinto del Parque Quinta Normal. Tampoco se pudieron realizar las ceremonias y simbolismos que acarrea el finalizar presencialmente una carrera laboral de décadas. No fueron posibles los apretones de manos y los abrazos de colegas y amigos, tampoco el último marcado de tarjeta clausurando una vida como funcionario activo. Hubo que salir antes del museo, en medio de la emergencia, sin formalidades y con la incertidumbre sobre el futuro.
Con todo, la situación no desmerece en nada todo lo que ha aportado Miguel Ángel, quien dedicó los mejores años de su vida al cuidado y valorización del patrimonio que resguarda el Museo Nacional de Historia Natural, alternando el profesionalismo y el rigor, con aprecio y amor por las colecciones del MNHN. Una combinación perfecta, que no tiene más que consecuencias virtuosas. Todo comenzó en la adolescencia de este profesional, que se acercó al museo por voluntad propia, pero también para abrazar una disciplina, formándose en el Centro Nacional de Museología donde después de tres años obtuvo el título de Técnico en Museología y a inicios de la década de 1980, se transformó en funcionario del Museo Nacional de Historia Natural.
El alejamiento de Miguel Ángel del museo es la pérdida, al menos en el trabajo diario, de alguien que posee un conocimiento enciclopédico del museo mas antiguo de Chile. Significa no poder recurrir, cuando se necesita, al portador de la memoria viva en una institución que se acerca a su bicentenario; significa no poder acceder -con la distancia de un llamado telefónico o la visita a su oficina- a un libro abierto, completo y detallado del MNHN y su historia. Este colosal volumen de conocimiento y memoria se logró gracias a su curiosidad y acuciosidad, también a la paciencia en la investigación, escudriñando añosas revistas y pesquisando cada dato, cada información sobre nuestro museo, un conocimiento que siempre puso generosamente a disposición de quien lo necesitara.
En el área de Antropología, es la memoria viva de las colecciones, ya que con mucha dedicación se transformó en el mejor custodio y conocedor de las colecciones etnográficas de nuestro Museo.
Cristian Becker, Jefe Curatorial y Científico del MNHN compartió muchos días con Miguel Ángel, «Lo conozco desde 1991, cuando junto a Eliana Durán nos acogieron como jóvenes investigadores FONDECYT en el primer mesón del Laboratorio de Antropología, donde fuimos conociendo de primera mano lo que significaba el cuidado y la protección del Patrimonio. Él junto a Arturo Rodríguez fueron los primeros que comenzaron con el embalaje de las colecciones en cajas de cartón especialmente diseñadas para ello, marcando la pauta del trabajo que luego se replicaría en otros museos de la antigua Dibam, actual Servicio Nacional del Patrimonio Cultural. Ha sido hasta hoy el mejor cuidador del Niño del cerro El Plomo, llevando por años un registro diario de sus condiciones de temperatura». «Hace algunas semanas tuve que ingresar a su oficina buscando una llave y todo estaba ahí a medio ordenar, como si se hubiera ausentado por un momento y estuviera por volver. Pena siento de no haberlo despedido con un gran abrazo a uno de los referentes del trabajo en Museos en su último día de trabajo», agrega Becker.
Por su parte, Mario Elgueta, Jefe del Área de Entomología, es claro: «Reconozco en Miguel Ángel a una persona íntegra, con una ética y lealtad a toda prueba, consecuente con sus principios; de gran sentido social, preocupado de la situación de amigos y colegas, estando siempre dispuesto a colaborar en lo que esté a su alcance. De aparente dureza, es poseedor de un cálido espíritu, generoso y pródigo al expresar su afecto».
Es difícil evitar los lugares comunes al hablar del retiro de un funcionario valioso, especialmente aquellos que hablan de un vacío quizás imposible de llenar. Al hablar de Miguel Ángel Azócar, esas frases, aunque manidas, calzan con la realidad. No queda más que la vida que hoy comienza esté llena de tranquilidad y descanso, pero también de creatividad y muchos proyectos nuevos. Tan ejemplar sacrificio por nuestro museo no merece menos.
Como señala Isabel Orellana, directora del museo, «hoy el Niño del Cerro El Plomo se quedará muy triste y, ciertamente, nuestra comunidad MNHN también, pues se va alguien que representa lo que es el verdadero patrimonio, ese que en estos días difíciles nos interpela tanto, el de la generosidad y el afecto, herramientas con las que Miguel Ángel custodió e incrementó el conocimiento de nuestras colecciones, sobre todo la bio-antropológica, la que quizás más que ninguna otra requería del respeto y del cariño que le brindó durante toda su vida profesional. Por eso, le damos las gracias infinitas y hacemos notar, frente a su partida, que sólo su cuerpo sale del museo pues su memoria quedó grabada a fuego en estas paredes que hoy con nostalgia lo ven partir».