Las mujeres en la Guerra
En las clases de historia, se nos habla a menudo de las hazañas de grandes hombres, de batallas impresionantes, de sus éxitos y derrotas. Sin embargo, hay una historia que ha sido poco contada: la participación de las mujeres en estas batallas.
A propósito de un análisis reciente de ADN procedente de 105 cuerpos de samuráis recuperados de la Batalla de Senbon Matsubaru, ocurrida en 1580- que reveló que 35 de ellos eran mujeres- queremos destacar el rol de las mujeres en contextos donde han sido históricamente invisibilizadas. Este y otros hallazgos arqueológicos demuestran que la participación de las guerreras samuráis en las guerras de Japón no fue una excepción; sin embargo, las onna-bugeisha (mujeres guerreras samuráis) han sido excluidas de los relatos históricos durante siglos.
Pero este hallazgo no es exclusivo de Japón. En la excavación de la gran fosa común encontrada en Šiaurės miestelis, en Vilna, Lituania, se hallaron 29 mujeres, 1,883 hombres y 1,317 individuos de sexo indeterminado. Estos cuerpos correspondían a soldados de la "Grande Armée" de Napoleón. Se cree que estas mujeres viajaban con el tren de suministros (las llamadas cantinières y vivandières) o que eran esposas de oficiales del ejército. Aunque desconocemos si pudieron ser también soldados ya que su rol en la guerra ha sido borrado de la historia militar.
En Chile, las mujeres que integraron las filas del Ejército durante la Guerra de la Confederación Perú-Boliviana (1836-1839) y la Guerra del Pacífico (1879-1884) eran principalmente Cantineras. Su rol era proveer insumos médicos, alimentos, agua y materiales a los soldados, además del cuidado de los heridos, junto a las Hermanas de la Caridad y otros grupos de asistencia sanitaria. Provenían principalmente de Santiago y Valparaíso, y pertenecían a los estratos sociales medios y bajos, aunque, también hay casos excepcionales de mujeres de familias acomodadas. Las cantineras solían marchar en las últimas filas de la tropa y vestían el mismo uniforme que el resto de la unidad y eran muy apreciadas por la población por su valentía y sacrificio. Sin embargo, también existieron mujeres que fueron reconocidas como soldados y que participaron luchando activamente en las batallas; dos ejemplos de ellas son: Candelaria Perez e Irene Morales.
Candelaria Pérez (1810-1870), más conocida como «la sargento Candelaria», fue hija de un artesano, tuvo una educación precaria y trabajó desde joven como empleada doméstica. Se trasladó a Perú en 1833, donde abrió una cocinería llamada «Fonda de la chilena», la cual fue destruida por las fuerzas peruanas. Se convirtió, entonces, en informante para la Armada chilena, disfrazándose de marinero para llevar información. Fue capturada por el ejército peruano. Tras la victoria del Ejército Unido Restaurador en 1838, se unió al Ejército de Chile como Cantinera-enfermera. En el campo de batalla, Candelaria Pérez se destacó como una mujer valiente y audaz, mostrando notables habilidades militares mientras combatía en primera línea en el sitio al Callao y en la Batalla de Yungay. En reconocimiento a sus contribuciones, el General Bulnes le otorgó el grado de sargento. Al regresar a Chile en 1840, fue homenajeada y ascendida al rango de alférez, además de recibir una pensión que, desafortunadamente, no era suficiente para cubrir sus necesidades básicas, lo que la llevó a vivir en la pobreza hasta su muerte a la edad de 60 años.
Irene del Carmen Morales Galaz (1848-1890) fue una destacada figura en el Ejército chileno durante la Guerra del Pacífico. Nació en La Chimba, Santiago, y tras la muerte de su padre, se trasladó a Valparaíso, donde se casó y se convirtió en costurera. Tras la muerte de su segundo esposo, se mudó a Antofagasta, donde se unió al Ejército chileno durante su ocupación en 1879. Recibió a las tropas chilenas con alegría y se convirtió en un ídolo popular. Aunque intentó enlistarse como soldado en el 3° de Línea disfrazándose de hombre (al puro estilo de Mulan), fue descubierta y dada de baja; sin embargo, luego se unió al cuerpo de cantineras, brindando apoyo a los soldados en el campo de batalla. Posteriormente, sería reconocida como sargento y soldado de vanguardia del 3° de Línea en las batallas de Pisagua, Dolores, Ángeles, Tacna, Arica, la toma del Morro, Chorrillos, Miraflores y en el ingreso del Ejército chileno a la ciudad de Lima como miembro del Regimiento Chacabuco, para luego pasar a formar parte del 4° de Línea. Al finalizar la guerra, regresó a Santiago, donde fue homenajeada, pero falleció en 1890 a los 42 años debido a una neumonía.
Aunque la guerra es un escenario indeseable que trae consigo muerte y sufrimiento para la población, es fundamental resaltar el papel que han desempeñado las mujeres en los conflictos bélicos, un rol que va mucho más allá de la asistencia y el cuidado de los hombres. A lo largo de la historia, sus contribuciones han sido frecuentemente ignoradas en los relatos oficiales. Estos casos nos invitan a reflexionar sobre la narrativa histórica y a reconocer el lugar que ocupan las mujeres en espacios tradicionalmente considerados masculinos. Sus historias merecen ser contadas enriqueciendo así nuestra comprensión del pasado.
Para saber más
https://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-95152.html
https://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-94774.html
https://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-97726.html
https://abcblogs.abc.es/bacterias-batallas/historia/alimentacion-ejercito-napoleon.html
