Chinchorro Patrimonio de la Humanidad
En el imaginario humano las momias han sido parte de un relato misterioso lleno de interrogantes que han mantenido la curiosidad no solo de los científicos, sino de la humanidad en general a lo largo de la historia humana. Cuando nos hablan de momias nuestro pensamiento inmediatamente se traslada a Egipto. Sin embargo, los egipcios no fueron los primeros en momificar los cuerpos de sus difuntos.
Hace más de siete mil años y tres mil años antes que los egipcios, los Chinchorro comenzaron a momificar los cuerpos de sus infantes en la localidad de Camarones, 100 km al sur de Arica en el Norte de Chile. Posteriormente esta práctica mortuoria se extendería a todo grupo etario (fetos, infantes, niños y adultos) y geográficamente hasta Ilo en Perú por el Norte y hasta Patillos (Sur de Iquique) por el Sur, aunque se ha planteado que su influencia podría haber llegado hasta el Río Loa.
Este aspecto de la cultura nos muestra una compleja cosmovisión en torno a la muerte que contrasta con la simplicidad de su vida cotidiana. Cazadores, pescadores y recolectores, se asentaban en pequeños campamentos con viviendas semicirculares con un patrón disperso, basaban su subsistencia en recursos principalmente marinos y costeros, elaborando herramientas especializadas para la caza, pesca y recolección marina gracias a un profundo conocimiento de su ambiente y el aprovechamiento de los recursos ribereños y del interior.
Hoy algunos sitios arqueológicos de la Región de Arica y Parinacota donde habitaron y murieron los Chinchorro han sido nominados como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, allí se encuentran muchos de sus cuerpos, preservados para la posteridad, así como la evidencia de su vida cotidiana.
La práctica de momificación Chinchorro es en realidad extraordinaria, bastante distinta a la egipcia, aunque el principio de conservar el cuerpo sea similar. Los Chinchorro no tenían la figura del momificador, ni procedimientos estandarizados, cada cuerpo era trabajado artesanalmente por el núcleo familiar, combinando el conocimiento anatómico con tradiciones técnico-estilísticas transmitidas de generación en generación, pero también con decisiones individuales o grupales aplicadas a cada cuerpo, dándole a cada uno características distintivas y conservando su individualidad (Figura1).
A pesar de esta gran variabilidad presente, los tratamientos básicos en la mayoría de cuerpos incluían el descarnamiento, la limpieza y envolvimiento de los huesos con fibras vegetales, para, finalmente, volver a colocar la piel humana, además se les colocaba una peluca elaborada de mechones de pelo humano (no necesariamente del mismo cuerpo) y una máscara de arcilla que recreaba delicadamente los rasgos faciales, a veces de forma casi imperceptible. Algunos cuerpos fueron además modelados en arcilla recreando características del cuerpo humano como genitales y mamas en mujeres. Además tanto máscaras como los cuerpos eran pintados de rojo o negro pero con algunas variantes, por ejemplo un cuerpo de un adolescente con cuerpo modelado en arcilla presenta pintura con diseño de líneas horizontales blancas rojas y negras.
Las momias más antiguas de la cultura Chinchorro provienen del sitio Camarones 14 (Figura 2), datado en 7.600 años antes del presente, excavado por Hans Niemeyer y Virgilio Schiappacasse, que es hoy uno de los sitios declarados como patrimonio de la Humanidad, su colección se conserva e investiga en el Museo Nacional de Historia Natural. En este sitio solo los infantes fueron momificados, se hallaron 5 infantes con tratamiento mortuorio y máscaras rojas. Tres mil años más tarde los Chinchorro continuaban momificando a sus difuntos, con técnicas aún más sofisticadas, un ejemplo de ello es la Colección Chinchorro de Max Uhle, adquirida entre 1913 y 1916 a través de compra y excavación en el Morro de Arica y Pampa del Chinchorro, esta colección incluye incluso un feto de 5 meses de gestación delicadamente trabajado y con una peluca de pelo largo (Figura 3).
En general en Chile poco se conoce aún de la cultura Chinchorro, a pesar de poseer las momias artificiales más antiguas del mundo y de todo el trabajo de investigación y difusión realizado en torno a ella. Esta nominación nos entrega oportunidades pero también importantes desafíos, el primero es la educación sobre nuestra historia previa a la llegada de los españoles. Conocer nuestro pasado prehispánico debe ser parte del currículo escolar y de los planes educativos y de divulgación científica. Si somos quienes somos ahora es gracias a todos los que nos antecedieron y debemos sentirnos orgullosos de ese legado y del extraordinario patrimonio biantropológico y arqueológico que nuestro país posee.
Mucho nos queda por investigar y poder hacer llegar esa información a todas y todos, pero por sobre todo se debe crear conciencia de la importancia de proteger los sitios arqueológicos en todas las regiones del país, desde el estado y la sociedad toda, para darle el valor y el cuidado que requieren para su preservación en el tiempo. Esta nominación es un gran paso, pero en ningún caso punto final, el verdadero desafío comienza hoy.