El elefante de la India de Philippi
Su historia
Corría el año 1848 y arribaba a Chile por barco un magnífico elefante. Su dueño que lo había importado de la India para exhibición y ser parte del negocio del entretenimiento, no lo tenía viviendo en las mejores condiciones. Seis años después de su llegada, aquel elefante no se sentía bien. Este joven animal cuyos huesos largos aún no terminaban de fusionarse, pernoctaba en una quinta cerca de Santiago y el hambre del invierno lo había llevado a comerse el techo del establo en el que estaba. Esto lo hizo enfermarse de una indigestión, la cual prontamente le trajo la muerte. Era en aquel momento, mediados del año 1854.
Fue entonces que Rodulfo Philippi, director de nuestro museo quien llevaba menos de un año en el cargo, se enteró del trágico destino de aquel animal y vio aquello como una oportunidad para que contribuyese a la enseñanza y el quehacer científico. Por ello, se acercó rápidamente al dueño del elefante y negoció su adquisición para el museo. Como era una acción que debía hacerse rápido por el tema de la descomposición, Philippi no lo pensó más, tomó sus ahorros personales y procedió a pagar todo de su bolsillo. De esta forma, terminó desembolsando la suma de 100 pesos, una pequeña fortuna en aquella época, pero que de todos modos era un precio muy inferior al que se pagaría en Europa, según Philippi. Días después, el 19 de Julio, Philippi escribió una carta al ministro contándole sobre su compra y solicitando el reembolso del dinero gastado, además de pedir otros 50 pesos que serían necesarios para preparar el esqueleto y dejarlo en condiciones de exhibición. Era una apuesta arriesgada, pero que valía la pena para conservar tan importante ejemplar.
Dentro de los elementos solicitados para la preparación del esqueleto del elefante que medía 2,5 metros de alto, se pidieron 5 libras de cloro para blanquear los huesos, materiales para realizar perforaciones y hacer de madera los huesos faltantes en una pata, alambre de cobre para amarrar los huesos y finalmente, un armazón de hierro para sostener todo el esqueleto en posición anatómica. El esqueleto se montaría sobre una base de madera de 3 y media varas de largo por 1 y media varas de ancho, para darle estabilidad y soportar su peso.
Al final, la buena gestión de Philippi tuvo fruto, y así, el día 4 de octubre de 1854, por medio del decreto presidencial n° 994 se autorizaba la entrega de 150 pesos por parte de la tesorería general para el pago del esqueleto del elefante. Philippi podía estar más tranquilo y además ofrecer al público la exhibición de un animal que muy pocos santiaguinos habían jamás tenido la oportunidad de conocer. Este elefante fue un importante elemento de la colección zoológica del museo y es así como aparece destacado en las guías de exhibición de 1878 y 1897, en donde además, se narraba parte de su desgraciada historia.
La taxonomía de los elefantes
Los elefantes pertenecen a una familia de mamíferos herbívoros (Elephantidae), dentro del orden Proboscidea. Estos se pueden clasificar en dos géneros taxonómicos: Elephas (elefantes asiáticos) y Loxodonta (elefantes africanos). Ambos géneros se caracterizan por presentar una prolongación nasal muy desarrollada, denominada probóscide (apéndice alargado y tubular conocido popularmente como trompa), y presentan además gran peso corporal y talla. Los machos tienen largos incisivos superiores que popularmente son conocidos como colmillos, mientras que las hembras con frecuencia carecen de ellos.
El elefante asiático (Elephas maximus) es uno de los seres vivos terrestres más grandes del mundo, siendo solo superado por el elefante africano (Loxodonta africana). Del elefante asiático (el ejemplar del museo), se reconocen tres subespecies: Elephas maximus indicus del continente asiático, Elephas maximus maximus que vive en Sri Lanka y Elephas maximus sumatranus de Sumatra (Indonesia).
Los elefantes asiáticos generalmente tienen la piel gris, variando tonalidades desde colores marrones a blanco, incluyendo zonas cubiertas de pelo. En los adultos, este cabello es escaso, mientras que las crías tienen un cabello castaño más grueso y extenso en el cuerpo. Existe un alto grado de dimorfismo sexual en los elefantes: los machos son mucho más grandes que las hembras. Los machos tienen una altura entre los 2,4 a 3 metros, con una masa corporal de 3,500 a 6,000 kg y las hembras miden entre 195 a 240 cm de altura con una masa corporal de 2,000 a 3,500 kg.
En cuanto al esqueleto del elefante, este representa alrededor del 16,5% de su peso corporal. El cuello del elefante asiático está sostenido por 7 vértebras cervicales en un ángulo de 45 grados. Estas vértebras evolucionaron para tener discos intervertebrales fundidos y relativamente planos, con la finalidad de soportar el peso de los “colmillos” y la cabeza. Poseen además 20 pares de costillas, tienen una pelvis casi vertical muy expandida y las extremidades compuestas por fuertes huesos largos. Las patas delanteras tienen cinco dedos en forma de pezuña y cuatro dedos en las patas traseras.