El Niño del cerro El Plomo y el rol del MNHN en su conservación
Un nuevo año ha comenzado y como cada solsticio de invierno el Museo Nacional de Historia Natural abre sus puertas para recibir a las agrupaciones indígenas a celebrar el Inti Raymi junto al Niño del Cerro El Plomo y conmemorarlo. Conocerlo por primera vez despierta en muchos una profunda emoción, y es que el estado de conservación de su cuerpo inerte es tan impresionante que al verlo nos parece dormido, sumergido en un profundo sueño y como guardián de la cuenca del Mapocho, cuidando de todos.
Dentro de toda esta emocionalidad muchas veces olvidamos que si el cuerpo del Niño, su ajuar y parte de sus ofrendas, no hubieran llegado en 1954 al MNHN probablemente hoy no existirían, y es que su propio hallazgo fue producto de buscadores de tesoros y no de una expedición científica. Sin lugar a dudas, el lugar de entierro del Niño del Cerro El Plomo es más que una simple tumba, era para los incas un lugar sagrado y la ceremonia denominada Capacocha constituía además un acto para sacralizar el espacio y sellar desde la esfera religiosa y simbólica el anexamiento de los nuevos territorios de la cuenca del Mapocho al Tawantinsuyu (imperio Inca). En el mundo Andino “los muertos no mueren” si no que pasan a formar parte de una nueva forma de existir o renacen a una nueva existencia y en ese sentido la ofrenda humana no es un sacrificio,sino un regalo a los dioses y un nexo entre el mundo de los vivos y el mundo espiritual.
Para ejemplificar qué podría haber pasado con nuestro Niño del Cerro El Plomo les contaré la historia de la “Reina del Cerro”, una niña de 8 a 9 años ofrendada por los incas al nevado del Chuscha en Salta, a 5.175 metros de altura. Entre 1920 y 1922 don Felipe Calpanchay un baquiano montañés de las serranías cafayateñas y el minero chileno Juan Fernández Salas, organizan una expedición a la montaña en busca de tesoros, de la excavación, en la que utilizaron dinamita para abrir la tumba, extrajeron el cuerpo de la niña conservado por el frio de la alta montaña, su ajuar y ofrendas. Hasta aquí la historia es muy similar a la del Niño del Cerro El Plomo, sin embargo, tanto su cuerpo como los objetos que la acompañaban sufrieron a partir de entonces las consecuencias del tráfico ilegal de bienes culturales.
La niña del Chuscha fue llevada a la finca de Tolombón, donde, según cuentan los lugareños, le prendían velas y la llamaban “Reina del Cerro”. En el año 1922 un comerciante y coleccionista de objetos arqueológicos llamado Pedro Mendoza, compró a la niña y sus objetos por unos pocos pesos, llevándola a Cafayate para sumarla a su colección de anticuario, es en ese momento cuando es fotografiada y registrada por el profesor Amadeo Rodolfo Sirolli, siendo el único registro de su estado de conservación casi original (Figura 2). Se cree que posteriormente la niña fue vendida al Sr. Perfecto Bustamante, un herboristero y coleccionista de objetos arqueológicos de la ciudad de Buenos Aires, donde, según reporta un periódico porteño, fue exhibida en la “Casa Bustamante”.
Varios años después de la muerte de Bustamante, su viuda entregó el cuerpo y su ajuar a un aficionado a la arqueología, el Ingeniero Absjorn Pedersen, quien la deposita en el sótano de su casa junto a otros objetos arqueológicos con la intención de abrir un museo privado, lo que jamás se concretó, permaneciendo en ese sótano por más de 50 años.
En abril de 1977 la Sociedad Científica del Noroeste Argentino, presidida por el profesor Amadeo Sirolli, publica finalmente una cartilla titulada “La Momia de los Quilmes”, donde se expone por primera vez la información descriptiva y la fotografía de la niña tomada en 1924. El 9 de agosto de 1985 se remata públicamente la colección Pedersen, excepto la niña del Chuscha, quien es finalmente comprada por un anticuario de la localidad de San Telmo, provincia de Buenos Aires, quien la adquiere por la suma de 48 dólares. Posteriormente la niña es comprada nuevamente por el odontólogo Carlos Colombano para su museo privado “Chavín de Huántar”, en la provincia de Buenos Aires. En el año 1991, estando en exhibición, el andinista Marcelo Scanu creyó reconocer a la niña del Chuscha por la fotografía publicada por Sirolli en 1977, dio a conocer este hallazgo a la comunidad científica y es el Dr. Juan Schobinger quien la analiza y confirma su identidad. Luego de diversos análisis y después de ocho décadas de vagar por distintas colecciones privadas, la “Reina del Cerro” y las pocas piezas que se conservaron de su ajuar, se resguardan y exhiben desde 2006 en el Museo de Arqueología de Alta Montaña de Salta.
Si comparamos la fotografía de la Niña del Chuscha de Sirolli de 1924 y el estado actual del cuerpo, podemos ver como éste se ha deteriorado producto de su mala manipulación, ha perdido la nariz, gran parte de su cabello que lo adornaban numerosas trenzas y su ajuar está muy deteriorado, de sus ofrendas poco o nada se ha recuperado. Si bien se dice que los cuerpos de alta montaña están liofilizados por desecación en frio, la verdad es que tienen procesos combinados de conservación y todas dependen de ser mantenidasen frío para su preservación.
El MNHN conserva el cuerpo del Niño del Cerro El Plomo desde su llegada al Museo en 1954 en una cámara de conservación en frío,ésta fluctúa entre -2 y -4 gradosCelsius con una humedad constante en torno al 40 y 45%, posee un motor auxiliar que entra en funcionamiento automáticamente si sufrimos de cortes de energía eléctrica, para ello el museo invierte año a año parte de su presupuesto al mantenimiento de la cámara y a toda la tecnología que contribuye a su conservación. Desde el lado humano es para nosotros el equipo del MNHN una de nuestras principales preocupaciones, estando atentos las 24 horas del día de su cuidado.
Lamentablemente diversos sitios arqueológicos y entre ellos cementerios y tumbas son destruidos a diario, ya sea por el avance y desarrollo de los centros urbanos, la explotación económica o como antaño por la mano codiciosa de algún saqueador o buscador de tesoros, en este contexto el rol de los museos ha sido y sigue siendo fundamental para la protección de nuestro patrimonio y el conocimiento que generamos de nuestro propio pasado. Sin conocer nuestro pasado difícilmente podremos proyectarnos al futuro.
Para saber más:
http://revistas.pucp.edu.pe/index.php/boletindearqueologia/article/view/1994
http://www.antropologico.gov.ar/chuscha.htm
http://cdsa.aacademica.org/000-080/471.pdf
https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/1433161.pdf