El puente de Carlomagno y el puente de Quilacoya
¿Qué tienen en común el puente construido por Carlomagno sobre el río Rin y el puente de Quilacoya cerca de Concepción? En esta nota exploraremos una conexión y una tragedia histórica separada por los siglos, a partir de una interesante pieza patrimonial albergada en nuestro museo.
Carlomagno fue un personaje muy especial. Entre los años 800 al 814 fundó y fue el primer emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico, un intento de restituir el antiguo Imperio carolingio en Europa occidental y central, bajo el prestigio de la tradición del antiguo Imperio romano. Carlomagno también conquistó Italia y fue coronado por el mismo papa León III en Roma. Culturalmente su figura se convirtió en el modelo del caballero medieval y sus hazañas fueron ensalzadas en la literatura de la época, siendo retratado en textos clásicos como el Cantar de Roldán.
Por una casualidad interesante, nuestro museo posee una pequeña parte de la obra de Carlomagno. Resulta que entre las obras públicas construidas durante su reinado, destaca un imponente puente sobre el río Rin en la ciudad de Mainz en Alemania, el cual tomó diez años en construir y fue considerado una maravilla de la ingeniería medieval. Sin embargo, en el año 813 el puente fue alcanzado por un rayo que produjo un devastador incendio, destruyéndose hasta el nivel del agua. Esto fue considerado un hecho de mal augurio en esa época, ya que aconteció justo un año antes de la muerte de Carlomagno. Dicho puente era apenas el segundo sobre el Rin, después de uno ya inexistente que el emperador romano Julio César había construido varios siglos antes. Después del puente de Carlomagno no hubo ningún otro permanente en la zona y hubo que esperar recién hasta el siglo XIX y a la revolución industrial para ver nuevos proyectos.
Entre 1882 y 1885 se construyó un nuevo puente de arcos de hierro de 475 metros de largo sobre los cimientos del antiguo puente de Carlomagno, en Mainz. En 1883, los ingenieros removieron unos 50 pilotes de entre 5 a 6 metros de largo, los cuales contenían clavos y partes de hierro aún adosadas. De acuerdo a una publicación de la época, tanto la madera como el hierro estaban tan bien preservados que aún podían usarse en construcción, lo cual probablemente así se hizo. Sin embargo, un pequeño trozo de aquellos históricos pilotes fue atesorado por un ingeniero que probablemente trabajó en la obra, el señor Julio Roemheld, quien luego migraría a través del Atlántico hacia Sudamérica, en busca de nuevas oportunidades. De esta manera, llegó a Chile y comenzó a trabajar en Ferrocarriles del Estado.
Según consta en nuestro inventario del museo, en 1886 don Julio Roemheld donó un trozo de madera con la siguiente leyenda:
“Pedazo de un pilote del antiguo puente sobre el Rin, construido en Mayenza por Carlo Magno. Obsequio de D. Julio Roemheld 1886”
Este trozo de madera venía acompañado de dos clavos de hierro medievales de más de 20 cm de largo, los cuales también habrían sido parte de la estructura del puente. Cabe mencionar que durante el siglo XIX el Museo Nacional era un lugar que tenía una pretensión más universalista en su espectro de colecciones, y aquellas “curiosidades” que acercasen la elite chilena a la historia clásica del viejo mundo eran siempre bienvenidas.
Respecto de Julio Roemheld su historia personal también lo vincula a un fatídico destino, bajo un incidente que coincidentemente ocurriría en otro puente, esta vez en el sur de Chile. Sólo cuatro años después de la donación del pilote del puente de Carlomagno al museo, el día 1 de julio de 1890, una tragedia enlutó las aguas del estero Quilacoya, al sur de Concepción. Un tren especial, que llevaba una caja fuerte con $85.000 pesos para el pago de empleados de ferrocarriles, iba de madrugada a toda marcha. Entre los pasajeros iban el contador de la empresa, operarios ferroviarios y el ingeniero alemán Julio Roemheld. El temporal que había afectado la zona había aumentado el cauce del estero y eso había socavado los pilares del puente. Cuando la pesada locomotora a vapor pasó por el puente, sus pilotes cedieron y esto provocó un descarrilamiento fatal en el que el tren cayó al fondo del estero y la locomotora aplastó completamente el carro donde viajaba Julio, falleciendo en el instante. Sólo dos personas sobrevivieron la tragedia.
Esta saga de desventuras en puentes no terminó allí. De hecho, el puente de arcos de hierro sobre el Rin inaugurado en 1885, también tuvo un destino funesto y fue dinamitado un 17 de marzo de 1945 por soldados alemanes, para evitar el paso de las tropas aliadas durante la Segunda Guerra Mundial. A pesar de ello, el puente fue reconstruido después de la guerra y hoy se yergue incólume sobre el río Rin.
Nuestras colecciones poseen muchas historias interesantes, las cuales nos permiten vincular épocas, personajes históricos y los acontecimientos vinculados a su origen y donantes. Las colecciones no son sólo patrimonio físico, sino que son fuente de un patrimonio intangible de gran valor, el cual nos conecta con la historia a través del tiempo y del espacio.