El valor de las colecciones biológicas
Los autores de este artículo señalan lo siguiente en párrafo inicial:
"Los biólogos de campo tradicionalmente han recolectado especímenes para confirmar la existencia de las especies. Esta práctica continúa hasta hoy, pero puede magnificar el riesgo de extinción de poblaciones pequeñas o aisladas. La disponibilidad de métodos alternativos adecuados de documentación, incluyendo fotografías de alta resolución, registros de audio, muestreo no letal, proveen una oportunidad para revisar y reconsiderar la prácticas y políticas de la recolección de campo" (traducción de Herman Núñez).
Citan ejemplos realmente dramáticos como la extinción de las alcas gigantes (Pinguinus impennis), que siendo una especie explotada de manera irracional, su población llegó a niveles críticos y ante la inminencia de la extinción los científicos de universidades, museos y otras entidades apresuraron sus expediciones para hacerse de los últimos ejemplares; según Minteer y colaboradores, esto habría contribuido a su extinción.
Señalan también el caso de los anfibios, muchas especies se han visto deterioradas hasta el extremo que han sido declaradas extinguidas, y que al ser redescubiertas, los biólogos se precipitan a capturar nuevos ejemplares de una población que ha ido recuperando su primitivo estatus poblacional, y de esta manera se hacen factores limitantes del crecimiento poblacional. El Lobo fino de Juan Fernández, podría ser un ejemplo para nuestro país. Se señalan otros ejemplos (véase http://www.ecoservices.asu.edu/pdf/Minteer%20et%20al,%20Science%20%282014%29.pdf).
Sin embargo hay ciertas consideraciones que deben tenerse en cuenta. Los museos y los biólogos son conscientes de que una captura de ejemplares tiene como propósito el dejar un testimonio tangible de una investigación. Para el caso de los taxónomos por ejemplo, cuando éstos señalan que una determinada entidad biológica es una especie nueva, propone una hipótesis, y el Holotipo, los Paratipos, son la materialización de esa hipótesis.
Los autores de este trabajo proponen métodos alternativos como grabaciones y filmaciones, sin embargo este tipo de testimonios, si bien de gran importancia, son por completo insuficientes, informaciones de naturaleza molecular, anatómica, detalles morfológicos, fisiología, conducta, ecología, no son atendidas por grabaciones o filmaciones. Documentación como la citada sólo puede ser estudiada y comprendida con los animales o las plantas cuando éstas están a disposición del especialista.
El trabajo de Minteer et al. está ciertamente en el ámbito la conservación de la biodiversidad, sin embargo hay algo de extremismo en él: ni los museos ni los biólogos son cazadores de trofeos para colgar de murallas o sepultarlos en frascos como parecen sugerir estos autores, son entidades y personas responsables de su rol en el ámbito del conocimiento científico y la preservación de los seres. La biodiversidad no es sólo la restricción a la contemplación de las maravillas de la naturaleza y la ciencia, es también el conocimiento sólido, serio y comprometido con el futuro de generaciones en que además de maravillarse tienen el derecho a saber qué es, cómo es y eventualmente para qué es y, por cierto, no sólo de las especies, también su genética y sus ecosistemas.