Recientemente escuché con atención una noticia sobre el efecto destructivo de una especie de insecto, introducido, cuya larva se alimenta de madera de pino destruyéndola. Varias viviendas han sido afectadas en la localidad de Quinta, al sur de Rancagua; algunas de ellas deberán ser quemadas para evitar que las larvas den origen a los adultos. Lo adultos son los que pueden volar y colonizar nuevas viviendas en donde las hembras, de manera posterior a la cópula, pondrán sus huevos en la madera; de ellos emergerán las larvas, iniciando una nueva infestación con el consiguiente daño.

Aunque se ha indicado a esta especie como pariente de la termita, en realidad ambos insectos pertenecen a grupos muy distintos. En el caso de las termitas, del huevo emerge un individuo parecido al adulto, el que después de sucesivas mudas alcanza su total desarrollo. El taladro del pino en cambio es una especie de coleóptero, cuyo ciclo de desarrollo comprende las etapas de huevo, larva, pupa y adulto, todas ellas de aspecto muy distinto; la larva no tiene la capacidad de desplazarse fuera de la madera, que es su fuente de alimento y en cuyo interior se realizará el proceso de transformación a adulto.

La introducción de especies cuyas larvas se alimentan de madera es siempre posible, pues llegan transportadas en los embalajes que se utilizan para proteger diversos productos importados.

Antecedentes biológicos de esta especie se encuentran en un documento preparado por el Servicio Agrícola y Ganadero, disponible en http://historico.sag.gob.cl/common/asp/pagAtachadorVisualizador.asp? argCryptedData=GP1TkTXdhRJAS2Wp3v88hDe7WMmLg57A&argModo=inline&argOrigen=BD&argFlagYaGrabados=&argArchivoId=9277

Esta especie había sido encontrada por primera vez en Chile atacando troncos de pino, en el Parque Metropolitano de Santiago; después de varios controles en 1989 fue considerada como erradicada de nuestro país, por el organismo estatal de control fitosanitario (Servicio Agrícola y Ganadero). La fotografía que acompaña esta nota es de uno de los ejemplares encontrados en diciembre de 1985, en el Cerro San Cristóbal, por el colaborador del Área de Entomología Sr. Cristián Pérez de Arce F. (Hylotrupes bajulus, ejemplar macho de la Colección Nacional de Coleoptera del Museo Nacional de Historia Natural (tamaño aproximado 12 milímetros).