Mitos y verdades de la ceremonia de la capacocha
Recientemente, el mundo arqueológico se enteró de que había sido secuenciado el ADN de un niño inca en el marco de la ceremonia de la Capacocha. Esta secuencia fue realizada por un grupo de genetistas, forenses y expertos en pediatría de la Universidad de Santiago de Compostela, en España. El pequeño en el cual se habrían realizado estos estudios sería un niño de siete años encontrado en el cerro Aconcagua, en Argentina, y como ya pueden haber deducido, es muy similar al caso del Niño del cerro El Plomo, que es parte de las colecciones de nuestro museo.
No obstante, la información que ha circulado posee imprecisiones que es necesario aclarar, para no llevar a confusiones y para emplear los términos correctos, especialmente cuando se habla de una ceremonia importante para el mundo inca, como es la Capacocha. Para ello, Cristian Becker, Curador Jefe y Jefe Científico del MNHN, aporta una nota que aclara los conceptos, relatando la ceremonia en la que fue ofrendado el Niño del Cerro El Plomo, tal como el niño encontrado en el Aconcagua, cuyo genoma fue secuenciado.
La Capacocha o Capac Hucha
Los santuarios de altura que corresponden a sitios ceremoniales en el mundo inca son la manifestación física de una ceremonia religiosa de suma importancia para estas comunidades andinas. Lo que más llama la atención del público es la presencia de niños o jóvenes que fueron dejados como ofrendas y que se encontraban en perfecto estado de conservación, producto del congelamiento.
Uno de los ejemplos más cercanos que tenemos los santiaguinos es el Santuario de altura del Cerro del Plomo donde en su cumbre se construyeron varias estructuras de piedras, en una de ellas dejaron el cuerpo de un niño de 8 años.
Este niño no fue sacrificado, como mucha gente cree, el propósito de la ceremonia era totalmente distinto a ése en el mundo incaico.
La Capacocha era convocada por el Inca y era uno de los rituales más importantes en el calendario ceremonial, puede traducirse como «obligación real» y su fin último era la gratitud al sol. (para más detalles de la ceremonia ingrese acá). En esta ceremonia en su etapa final se dejaban en la waka o cerro tutelar una serie de ofrendas que provenían de distintas partes del imperio. Estos objetos acompañaban al niño que dejaban en la cumbre.
Según la creencia inca, los niños ofrendados no morían, sino que se reunían con sus antepasados quienes observaban desde las cumbres de las altas montañas. Este aspecto es de suma importancia para entender porqué los niños que participaban de esta ceremonia no eran sacrificados (muertos de forma violenta).
Pueden encontrar más información sobre el Niño del cerro El Plomo, en el capítulo especial de nuestras colecciones digitales.