Prometedoras observaciones naturalistas en nuevo terreno MNHN a la cordillera de la costa de Purranque (Osorno, Región de los Lagos)
A mediados de noviembre de este año, las áreas de Zoología de Invertebrados y Entomología del MNHN participaron de un nuevo terreno de investigación organizado por la Ilustre Municipalidad de Purranque, a través de su Museo de Historia Natural. Nuestra participación en esta actividad, que ya es tradición desde el año 2016, nos ha permitido ir descubriendo poco a poco las riquezas naturales que alberga el sector costero de Purranque, una vasta área cordillerana cubierta por bosques nativos continuos (véase notas anteriores aquí: https://www.mnhn.gob.cl/noticias/experimentando-manquemapu-el-surgimiento-de-una-idea; https://www.mnhn.gob.cl/noticias/bosques-costeros-de-manquemapu-un-tesoro-natural-que-apenas-comenzamos-descubrir?fbclid=IwAR3IHilyxlunqqLknVDaq9QBFB5Jnf4JclAboSirtlenoY1z3mXETY9WixA), cuyo alto valor de conservación ha sido reconocido por la Municipalidad, como lo demuestra su apoyo permanente a distintos proyectos de investigación en el lugar.
Si bien nuestros aportes como investigadores del MNHN han estado dirigidos principalmente al conocimiento de la fauna de Opiliones y microlepidópteros (véase notas aquí: https://www.mnhn.gob.cl/noticias/nueva-publicacion-sobre-los-opiliones-de-la-cordillera-de-la-costa-de-purranque; https://www.mnhn.gob.cl/noticias/manquemapu-y-sus-primitivas-polillas-gondwanicas), nuestros intereses naturalistas han ido mucho más allá, como atestiguan algunas de las imágenes que logramos registrar durante nuestro trabajo en terreno.
En esta oportunidad, nuestros esfuerzos se centraron por primera vez en la vertiente oriental de la cordillera, recorriendo desde su base, en la localidad de Hueyusca, hasta la cima de los cerros en el sector conocido como Los Pavilos, a unos 650 metros sobre el nivel del mar. A través de este transecto, es posible reconocer gran parte de las asociaciones vegetales que cubren la cordillera costera de Purranque, desde los bosques caducifolios de hualle (Nothofagus obliqua) en zonas bajas de la depresión intermedia, pasando por el exuberante y diverso bosque valdiviano (figura 1B), y por los bosques siempreverdes de coihues (género Nothofagus) (figura 1C), hasta terminar en los bosques de alerce (Fitzroya cupressoides) y las turberas que cubren la cima de los cerros (figura 1A).
Entre las sorpresas más interesantes que logramos observar en nuestros recorridos nocturnos, están las ranitas de cuatro ojos (Pleurodema thaul), que se encontraban en plena época reproductiva. En un sector llamado Quebrada Fiera, a través de un denso bosque valdiviano, había decenas de machos que, con sus vocalizaciones, trataban de atraer a las hembras a los pequeños charcos de agua acumulada a un costado del sendero (Figura 2).
En el sector de Los Pavilos, entre renovales de alerce, se encuentran zonas abiertas de turbera dominadas por los musgos del género Sphagnum (figura 3) y numerosas plantas herbáceas y arbustivas, típicas de zonas altas, frías y permanentemente anegadas. Este ambiente es el hábitat de una pequeña y curiosa planta carnívora llamada Drosera uniflora, que atrapa insectos con sus hojas pegajosas; un verdadero tesoro de las alturas de la cordillera costera (figura 3, detalle).
En nuestros recorridos diurnos por los senderos en medio del bosque, en zonas de alta humedad, la sanguijuela terrestre hematófaga Mesobdella gemmata, trepa a la vegetación para esperar pacientemente la oportunidad de colarse entre los zapatos y pantalones, y poder alimentarse sigilosamente de nuestra sangre. Al regresar al campamento cada noche, luego de una larga jornada de recolección, era frecuente encontrarse con sorpresas como esta (Figura 4).
En años anteriores, nuestra atención había estado puesta exclusivamente en la zona costera de Manquemapu, y particularmente en los bosques de olivillo que se ubican en los cerros que enfrentan al mar. Pero en esta oportunidad, nuestra primera aproximación a la vertiente oriental indica que aún queda mucho por descubrir. Particularmente interesante es la fauna de Opiliones, que parece incluir varios casos de pares de especies de un mismo género, que están geográficamente separadas por las alturas de la cordillera.
Sin embargo, las recolecciones realizadas no fueron particularmente numerosas. En este primer viaje observamos muchos signos de que la actividad biológica está recién comenzando a mediados de noviembre. Durante las noches, todavía algo frías, eran pocos los lepidópteros que llegaban a la trampa de luz (foto del encabezado). Además, era evidente que muchas plantas, sobre todo las del sotobosque estaban recién iniciando su desarrollo. Todo esto, nos indica que para tener una visión más completa de la biodiversidad del área, será necesario visitarla pocos meses más tarde, cuando la actividad biológica se encuentre en su apogeo. Esperamos poder viajar nuevamente a la zona en enero 2022.