A propósito de la donación de preparaciones microscópicas de conchuelas y escamas
El 14 de julio pasado nos visitó el Dr. Paul Amoroux, investigador del proyecto COLBICS, quién gentilmente donó a nuestra colección entomológica, preparaciones microscópicas de escamas y conchuelas recolectadas en el país.
Aunque a simple vista no parecen insectos, conchuelas y escamas, como se les conoce comúnmente, son hemípteros fitófagos altamente modificados, que pertenecen a la superfamilia Coccoidea y que, producto de su alimentación, provocan daños a arbustos y árboles.
Los machos son de menor tamaño que las hembras, en algunos casos no presentan alas o bien sólo tienen desarrolladas las anteriores, con las posteriores modificadas y de tamaño reducido. Las hembras adultas no poseen alas (ápteras), generalmente no tienen patas y viven fijadas la superficie de hojas y frutos, y a la corteza de ramas y ramillas, alimentándose de sus jugos. Frecuentemente están protegidas por un caparazón externo duro o ceroso, cuya forma y consistencia da origen a sus nombres comunes.
En las conchuelas hembras, el caparazón es convexo (globoso), de forma oval o alargada, y está pegado al cuerpo. En Chile hay varias especies de importancia agrícola entre las que destaca la concuela café europea (Parthenolecanium corni), la conchuela grande café (P. persicae) y la conchuela negra del olivo (Saissetia oleae).
En las escamas hembras, el caparazón no es globoso, tiene forma redondeada o de chorito (mitiliforme) y no se encuentra pegado al cuerpo, por lo que resulta fácil desprenderlo. En Chile hay varias especies de importancia agrícola, entre ellas, la escama de San José (Quadraspidiotus perniciosus), la escama morada de los cítricos (Lepidosaphes beckii), la escama blanca de la hiedra (Aspidiotus nerii) y la escama roja de los cítricos (Aonidiella aurantii), por mencionar algunas.
Entre los daños provocados por estos insectos, se cuenta la deformación de brotes y frutos, la muerte de ramas y la aparición del hongo fumagina (ver nota). En huertos frutales, la única forma de evitar el daño a las plantas, es aplicando insecticidas para controlar a la ninfa de primer estado (N1), que es móvil y carece del caparazón protector. Naturalmente son controladas por pequeñas avispas parásitas (orden Hymenoptera).
Externamente, muchas de las especies de conchuelas y escamas exhiben un gran parecido entre sí. Para identificarlas correctamente, es necesario hacer preparaciones microscópicas con los cuerpos de estos insectos, lo que permite observar adecuadamente sus características morfológicas distintivas. A grandes rasgos el proceso incluye la separación del caparazón, maceración de los cuerpos en una solución de KOH al 10%, limpieza, teñido y deshidratación, para finalmente montarlos en portaobjetos utilizando algún medio de montaje permanente, como bálsamo de Canadá o Euparal. También se pueden elaborar preparaciones temporales utilizando la solución Hoyer como medio de montaje. En este último caso, los portaobjetos pueden ser reutilizados.