¿Qué es y cómo determinamos una especie?
Una de las características más destacables de los seres vivos es su diversidad; un atributo complejo, que se manifiesta en diferentes niveles de organización. Sin embargo, cuando observamos la naturaleza, lo primero que resalta a nuestros ojos son entidades biológicas independientes, que llamamos especies.
Generalmente podemos reconocer y diferenciar con facilidad una especie de otra (por ejemplo, todos podemos diferenciar un zorro culpeo de un zorro de Darwin). Pero esto no es siempre así. Existen muchas especies difíciles de diferenciar a simple vista, pero que pueden reconocerse con una observación más cuidadosa (como ocurre con el Pitotoy chico y el Pitotoy grande). También existen otras que requieren del estudio por parte de taxónomos especializados para su reconocimiento. Y por último, existen especies extremadamente difíciles de reconocer, ya sea porque son indistinguibles a simple vista (lo que se conoce como especies crípticas) o porque son tan variables que parecen diferentes, pero en realidad son una única especie.
Al considerar todas estas situaciones, surge una pregunta aparentemente sencilla, pero que ha demostrado ser bastante compleja ¿Qué es una especie? ¿Qué criterios debemos considerar para diferenciar una especie de otra? En esta nota trataremos de entregar una respuesta a estas preguntas.
Es importante aclarar que en biología el término especie tiene al menos dos significados distintos, aunque relacionados. Por un lado, es un nombre compuesto de dos palabras (el epíteto genérico y el epíteto específico), que se asigna a un conjunto de organismos, el que como tal, es una creación humana. Por otro lado, es una entidad biológica definida que observamos en la naturaleza, cuya existencia es real e independiente del observador.
Las especies como entidades biológicas han sido objeto de mucha investigación y discusión académica, y numerosos "conceptos de especie" han sido propuestos; sin embargo, hasta ahora no ha sido posible llegar a un consenso. Destacan al menos 12 conceptos distintos, algunos enfatizando aspectos operacionales (es decir, relacionados con el "reconocimiento de las especies"), mientras otros enfatizan aspectos explicatorios (relacionados con los procesos que les dan origen).
Uno de los más empleados en el pasado fue el concepto tipológico de especie, que hace énfasis en la similitud entre los individuos, al basar las especies en su pertenencia a un tipo morfológico particular. Pero este concepto, muy utilizado en el pasado, falla por ejemplo, al considerar como especies distintas a individuos de una misma especie, cuyos machos y hembras son morfológicamente diferentes.
Ante esta dificultad, se han propuesto otros conceptos más generales y que cuentan con mayor aceptación actualmente. El Concepto Biológico, considera que las especies son grupos similares de organismos que se entrecruzan entre sí, dejando descendencia fértil; mientras que el Concepto Filogenético considera que las especies son conjuntos monofiléticos (que incluyen al ancestro hipotético y todos sus descendientes) de organismos con historia evolutiva común. Ambos presentan falencias, ya que el concepto biológico es aplicable únicamente a especies con reproducción sexual, y el filogenético requiere de la realización previa de un análisis filogenético para ser aplicable, lo que generalmente no es posible para especies poco conocidas o para grupos de especies muy especiosos.
Ante esta situación, ¿cómo es que un taxónomo alfa determina que los organismos que observa, constituyen una especie nueva e independiente de otras especies emparentadas?.
Al estudiar una especie, consideramos como un primer indicador, las características morfológicas de los organismos: si observamos que los individuos presentan una morfología similar entre si y, al mismo tiempo, distinta de otras entidades específicas previamente conocidas, tenemos una primera prueba de la existencia de nuestra especie. En este punto, también se debe considerar una serie de posibles situaciones, dependiendo del grupo particular, como la presencia de dimorfismo sexual que hace que machos y hembras sean diferentes morfológicamente; la ocurrencia de variación morfológica a lo largo del ciclo de vida, el grado de variación morfológica entre los distintos individuos de una población, etc. Todo esto busca evitar cometer errores derivados del uso (al menos durante esta etapa inicial) de criterios puramente morfológicos.
Pero los patrones morfológicos, deben estar apoyado por evidencia alternativa. Si los organismos en estudio, además presentan una distribución geográfica propia y separada espacialmente de otros grupos similares, o si presenta características biológicas únicas, o habita un nicho ecológico particular y distinto de otros grupos de organismos emparentados, ya contamos con evidencia adicional. Ahora, si logramos determinar mediante estudios moleculares que el conjunto de organismos presenta distancias genéticas similares a las reportadas con anterioridad para especies distintas dentro del grupo correspondiente, podemos proponer con seguridad la hipótesis de que los organismos que tenemos ante nuestros ojos constituyen un linaje evolutivo independiente, es decir, que son una especie plena.
En general, el taxónomo reúne toda la evidencia posible para respaldar la hipótesis de que los ejemplares a los que él ha asignado un nombre de especie, corresponden realmente a una entidad biológica independiente presente en la naturaleza. Sin embargo, es importante destacar que no siempre es posible contar con toda una gama de evidencia, y muchas especies deben ser descritas como tal basándose únicamente en sus atributos morfológicos. En este caso cobra real importancia la experiencia e íntimo conocimiento de la morfología del grupo en cuestión por parte del taxónomo; con lo que la hipótesis propuesta será menos robusta, pero no por ello inválida. Tomemos en cuenta que ante el impacto antrópico en los ecosistemas y las altas tasas de extinciones en la naturaleza, es necesario y urgente descubrir y nominar las especies nuevas, antes de que ellas desaparezcan. El posterior aporte de nueva información permitirá a futuro corroborar o rechazar la hipótesis propuesta, después de todo, la taxonomía es una ciencia dinámica, que ya cuenta con una serie de herramientas para afrontar exitosamente este tipo de situaciones.