Ricardo Latcham, piratas multiculturales y un mapa del tesoro: la aventura de Guayacán
"Un día de septiembre de 1930 me llamó a su despacho el Director General del Departamento de Bibliotecas, Archivos y Museos, y después de unos momentos de charla, me comunicó que había recibido la visita de un señor Arturo Cohe, doctor en filología y profesor de un establecimiento educacional de la capital. Este señor le había conversado respecto de un descubrimiento de documentos antiguos, relacionados con un tesoro enterrado por piratas del siglo XVII, en las cercanías de Coquimbo" (Latcham 1935).
De este modo, Ricardo Latcham, director de nuestro museo, introducía como se habría visto involucrado en un asombroso descubrimiento que podría cambiar la historia de Chile y del mundo colonial español. Corría el año 1935, justo cuando Latcham había publicado el último artículo de las vasijas de Ica con una supuesta escritura ideográfica, en donde un nuevo libro sale a la luz: "El tesoro de los piratas de Guayacán. Relación verídica". En este libro, Latcham narra una historia supuestamente real de un tesoro enterrado. El relato presenta interesantes similitudes con la historia por la cual él llega a realizar su interpretación de glifos escriturales en alfarería prehispánica que vimos en la nota anterior, sobre todo en cuanto al rol de buscadores de antigüedades y el desciframiento de escrituras antiguas. Escrito en un estilo novelístico y sin explicitar su carácter de ficción, el libro se plantea como una narración factual e histórica. Su forma de escritura se acerca a un género literario de aventuras muy popular entre las décadas de los 30 y los 50, donde las narraciones de historias de tesoros ocultos, aventuras en parajes inhóspitos y misterios sin resolver, captaban la atención de un gran número de lectores. Latcham tuvo contacto con el escritor inglés Harold Wilkins (1891-1960), quien escribió libros de tesoros piratas e incluso fue uno de los primeros en publicar novelas de platillos voladores. De hecho, en el año 1934, un año antes de la primera edición del libro de Latcham, Wilkins cita a Latcham y su investigación del tesoro de Guayacán en el libro "Modern buried treasure hunters", como si se tratase de hallazgos reales.
La obra de Latcham se divide en cuatro partes: la primera, dedicada al descubrimiento de documentos escriturales; la segunda, a las investigaciones del autor; la tercera, a la documentación; y por último, el apéndice, acerca de la historia del pirata Francis Drake en el Pacífico. La novela incluye fotografías de los lugares donde suceden los hechos, como las cavernas, las ruinas de fortaleza, la Playa Blanca y la Punta de Cicop, entre otras. También hay dibujos de los glifos encontrados, cuyo parecido con los dibujos de la colección adquirida en el Museo por Latcham en 1929 es significativo. Todos estos elementos, tanto las fotografías como los dibujos, buscan darle cierto aspecto de verosimilitud histórica, como si se tratara de un libro de investigación científica.
En la historia, un campesino llamado Manuel Castro, encontró una plancha de cobre cubierta de extrañas inscripciones. Estos fueron hallados en la bahía de Guayacán en un lugar donde en 1926 había llegado un buque de vela extranjero en busca de un tesoro pirata del siglo XVII. Manuel Castro y su hermana Rita hipotecaron lo poco que tenían para hacer las excavaciones, pero no pudieron descifrar la escritura y por ello recurrieron a un señor extranjero con quien Castro tuvo algunos negocios, a quien se le llama "Señor X". Ellos forman una sociedad, mediante la cual el Señor X se encargaría de hacer traducir la plancha por un traductor residente en Buenos Aires. Manuel Castro habría continuado excavando y hallaría una vasija con pergaminos que poseían una escritura similar a las planchas de cobre, una virgen de oro, navajas españolas, una estrella de plomo de seis puntas y una moneda del tiempo de Pericles.
Cuando el resultado de la traducción llegó, se habría confirmado que la escritura correspondía a lenguas arcaicas orientales, y se incluía una afirmación firmada por el pirata Subatol Deul del año 1640, señalando la existencia de un tesoro. En las supuestas traducciones se confirmaría que Deul era un pirata hebreo y habría ocupado en gran parte este alfabeto, mientras que otros signos provendrían del griego arcaico. Sin embargo, ante la clara traducción letra por letra del alfabeto hebreo al español, Latcham afirma: "Aun cuando los piratas eran orientales y no había entre ellos ningún español, han empleado el castellano para hacer su documentación… la razón de esto no hemos podido explicárnosla" (Latcham 1935: 96). En los documentos se narra la llegada de los piratas Subatol Deul (hebreo) y Ruhual Dayo (normando o flamenco) entre 1599-1600. Deul y Dayo se encontraron con el barco de Enrique Drake, un supuesto hijo de Francis Drake, y junto con este conformaron una fraternidad multicultural denominada la Hermandad de la Bandera Negra. Todo esto confirmaría, según el autor, que Deul depositó su tesoro en Guayacán y deja abierta la posibilidad de que otros puedan desentrañar este misterio, como expresa el narrador:
"No puede pensarse en una tentativa de estafa, pues las dos personas interesadas, en cuya posesión estaban los documentos, lejos de tratar de negociar o explotar estos, los guardaban en el mayor secreto y recelo…" (Latcham 1935: 160).
Cuando Latcham se involucra en la investigación gracias a una comisión de servicio, habría viajado al lugar del descubrimiento para revisar en detalle el asunto en octubre de 1930. Allí conocería a Castro y visitaría los lugares donde se realizaron las excavaciones. Luego de haber revisado las copias de los pergaminos y trabajado con un teodolito para referenciar los puntos geográficos del supuesto lugar subterráneo del tesoro y una mina de oro explotada por los piratas, él mismo daría instrucciones a Castro sobre los lugares para seguir excavando. Por razones de fuerza mayor Latcham se vio obligado a regresar a Santiago y siguió en comunicación con Castro por correspondencia. A partir de eso, supo que Castro habría hallado nuevos documentos enterrados, lo que hacía dicha zona más probable para la presencia del tesoro. Finalmente, Castro desapareció misteriosamente y Latcham decidió dar a conocer la historia, considerando que más allá del tesoro, la narración tendría un gran valor histórico por los documentos encontrados. Sobre el tesoro, concluye diciendo: "Y ahora, lectores, dejamos a vuestro ingenio el deshilvanar la trama de este misterio, deseándoos mejor suerte que la que nos ha tocado en nuestra investigación del asunto" (Latcham 1935: 160).
El libro de Latcham y su dudosa documentación, la cual no cuestiona a pesar de nunca haberla visto en persona, establece un quiebre con su obra previa dedicada principalmente a la arqueología con evidencia empírica. De acuerdo con la información del Archivo Histórico Administrativo del Museo Nacional de Historia Natural, no existe ninguna documentación que acredite su comisión de servicio a Coquimbo y Guayacán en las fechas señaladas en el libro, ni tampoco ningún documento que acredite la veracidad de lo planteado en él.
El libro de los piratas de Guayacán fue uno de los más exitosos de Ricardo Latcham, contando con tres ediciones a la fecha: 1935, 1976 y 2018. El uso de esta obra se ha extendido como texto de validez histórica a nivel mundial, nutriendo narrativas de libros de piratas como el de Milton Meltzer (2001), entre otros. Del mismo modo, algunos de sus personajes, como el pirata hebreo Subatol Deul, figura en relatos de diversas páginas de instituciones judías que abordan la influencia de los judíos en América(1) y ha aparecido en novelas, como la famosa Aventuras de Edmund Ziller, del escritor argentino Pedro Orgambide (1977), además de varios libros de difusión y esoterismo (2). Como podemos ver, la influencia y alcance del libro de Latcham se ha extendido hasta la actualidad, pero sin mayor cuestionamiento sobre sus fundamentos. Independiente de que Latcham haya o no pensado su libro como una novela de ficción, llama la atención por una parte, su obsesión con el tema de las escrituras antiguas al igual que con el caso de las vasijas de Ica, mientras que por otra, el uso acrítico de su obra por parte de terceros, en donde más allá de las citas al libro de los piratas, aún hay buscadores amateur que persiguen el derrotero de este supuesto tesoro.
Notas
- Ver por ejemplo: jewishmuseummd.org/secret-lives-of-interns-ahoy-vey/; https://esefarad.com/?p=11990 ; http://www.jewishsphere.com/Directory/FamousJewishPirates.html> ; http://www.jewishwikipedia.info/jewish_pirates.html ; http://www.jewishhistory.org.il/history.php?startyear=1600&endyear=1609
- Ver, por ejemplo: Chile: País oceánico (Badal et al. 2005); Selkirk Robinson: el mito a tres siglos del desembarco del solitario en isla Robinson Crusoe (Brescia 2004); Raíces de la humanidad: las profecías bíblicas del fin del mundo (Guzmán 2011).
Referencias
Garrido, Francisco y Carolina Valenzuela
2020 Falsificaciones y Arqueología: Ricardo Latcham, la Escritura Prehispánica y los Piratas de Guayacán. BOLETÍN DEL MUSEO CHILENO DE ARTE PRECOLOMBINO Vol. 25, Nº 2, 2020, pp. 127 -140.
Latcham, Ricardo
1935 El tesoro de los piratas de Guayacán. Relación verídica. Editorial Nascimiento, Santiago.
Meltzer, Milton
2001 Piracy and plunder: a murderous business. New York: Dutton Children's Books.
Orgambide, Pedro
1977 Aventuras de Edmund Ziller en tierras del Nuevo Mundo. Barcelona: Grijalbo.